sábado, 18 de julio de 2015

Un comentario sobre "la experiencia" en John Dewey



El término experiencia es usado para referirse a casi cualquier acontecimiento vivido, y es esclarecedor el análisis que hace John Dewey en su libro El arte como experiencia. La forma en la que utilizamos ese concepto no es tachada de errónea por el autor, se trata más bien de un uso no técnico, coloquial; pero el objetivo de John Dewey es establecer una teoría estética que se base en el concepto de "experiencia estética" y para ello investiga lo que es la experiencia y que significa "estética". Este análisis se encuentra en el capítulo 3 "Cómo se tiene una experiencia". Dewey aplica la lupa sobre este concepto; nos dice lo que distingue una experiencia de una percepción, nos convence de que una experiencia es un acontecimiento singular que nos hace captar el mundo y a nosotros mismos de una manera reflexiva o consciente. Una experiencia o la unidad compleja de percepciones significativas no puede ser la mera percepción de emociones o estímulos que reconocemos mecánicamente. Tampoco son esas percepciones nuevas en las que no nos detenemos porque hay mucho que percibir.

Para caracterizar lo que es una experiencia es interesante señalar lo que no lo es. Por ejemplo, se dice "me he quemado, he sufrido esa experiencia" son dos enunciados, como muchísimos otros, que no nos plantea ningún problema. Sin embargo, dice Dewey, quemarse no es una experiencia porque en ella "la acción y su consecuencia deben estar juntas en la percepción". Una experiencia está compuesta de percepciones que se enlazan dando un sentido global a lo vivido. En una experiencia hay un origen y un fin y sus partes tienen su propio sentido, pero sólo la articulación entre las percepciones y su significado unitario forman una experiencia.

No importa de que tipo es la experiencia, la llamemos experiencia emocional, intelectual, estética o moral. La calificación de la experiencia es posterior, y de hecho todas las experiencias están guiadas al menos por una emoción porque ésta es el motor de todas nuestras actividades. Un acto pasional no constituye una experiencia,  o más bien, dejarse llevar por la pasión no lo es; la experiencia consiste en la conciencia plena de lo vivido y cuando uno se abandona a la pasión no hay reflexión, estamos sometidos a ella, no hay propiamente expresión de la misma, hay desahogo. Pero expulsar una pasión no es expresarla, la expresión supone la toma de conciencia de lo que se quiere manifestar. Transformar el desahogo de una pasión en experiencia implica descomponer la pasión en unidades que se enlazan con objetos que le proporcionan sostén y la hacen visible, consiste en dar una estructura a los elementos que percibimos, que componen la pasión tal como la sentimos. 

Precisamente porque una experiencia tiene forma, sus componentes están articulados de una manera coherente, en ella no hay vacíos sino percepciones estructuradas de las que emergen un significado. Dewey afirma que cualquier experiencia tiene una cualidad estética, esta reside precisamente en la transmisión "honesta" y fiel de una actividad. La marca estética acompaña a cualquier experiencia: si esa cualidad no existe significa que no hay estructura ni fin, no hay experiencia "verdadera" sino una "sucesión desatada" de momentos que no llevan a ningún fin, que simplemente cesan.

El uso del vocablo "estético" no se refiere todavía al sustantivo "estética", no juega el papel de calificativo de una obra artística. La terminación de una experiencia, de cualquier tipo, si es ordenada y armoniosa, posee la cualidad estética de manera intrínseca. La conclusión de una investigación científica, la lectura de una novela o una pintura poseen la marca estética si no son fallidas. John Dewey pretende mostrar así que la estética como disciplina tiene su fundamento en la manera de estar en el mundo del hombre. Insiste el autor en que la emoción, el pensamiento y la acción no son ámbitos cerrados; una experiencia puede ser calificada finalmente de emocional, o de intelectual, pero si es lo primero es también lo segundo pues las expresiones de las emociones requieren de la selección de las mejores palabras para traducirlas, y una investigación sesuda no puede llevarse a buen término sin alguna emoción que la sostiene.

La teoría estética elabora e interpreta la actitud y aptitud naturales del hombre en su contacto con un grupo de cosas que llamamos obras de arte. La estética, como disciplina, se sitúa del lado de la recepción mientras que el arte o teoría artística estudia los procesos y materiales creativos empleados por el creador. No son dos teorías, artística y estética, que puedan separarse del todo, afirma Dewey, pues el artista aprecia estéticamente su obra. Pero lo que importa señalar aquí es que la cualidad estética de una experiencia caracteriza cualquier experiencia y no un tipo de obra que cae bajo la denominación de artística. Y destaco este aspecto ya que conforme iba leyendo este capítulo me iba preguntando: ¿por qué la experiencia conlleva una cualidad estética y no ética? Por el mismo motivo por el que el autor atribuye una marca estética a la compleja unidad de una experiencia, podría verse en cualquier experiencia un señal básica de bondad, ya que el esfuerzo y la elaboración de una experiencia es buena en sí y no para otra cosa.

Esta posibilidad es sugerida por Dewey en esta afirmación:
"La identificación griega de la buena conducta con la conducta que tiene proporción, gracia y armonía, el kalon-agathon, es un ejemplo obvio de la cualidad estética característica en la acción moral. Un gran defecto de lo que se toma por moralidad es su cualidad no estética."
También hay una cierta bondad en la actividad artística y en la apreciación propiamente estética. Una bondad de carácter por parte del artista que lleva su pensamiento a respetar a la vez lo que quiere expresar con los materiales de que dispone con los cuales construye y su combinación. Dewey ha llamado "honestidad" al trabajo del artista, trabajo que culmina en una experiencia o en una obra que da muestra de ese carácter. Una experiencia que no es deformada, que está atenta a todas las partes, a la unión de ellas para que el resultado final tenga un sentido, su propio y exclusivo sentido, es tachada de "buena" y lo bueno tiene una interpretación estética y también ética.

He utilizado el término "ético" más bien que "moral" de manera informal, pero hay razones de esta preferencia, son variadas y están relacionadas. El primer concepto casa mejor por su etimología con "estético" que el segundo; si "estético" suena a sensación y sensibilidad, lo "ético" tiene una referencia al carácter personal mientras que la moral está más relacionada con el concepto del deber. Además, el sentido de la palabra "ética" que tendría la misma función de cualidad de cualquier experiencia verdadera que la palabra "estética" se relaciona directamente con "arete", excelencia en la acción y en el juicio.

Hay belleza y esfuerzo loable en el escritor que quiere transmitir sus pensamientos y que utiliza las palabras que todos conocemos de modo que percibimos que no las emplea de modo mecánico, sino que gozamos de lo expresado y lo encontramos bueno porque reconocemos la autenticidad de lo dicho. Y es John Dewey quien lo dice con estas palabras:
"De hecho, puesto que las palabras se manipulan fácilmente de modo mecánico, la producción de una obra de arte genuina reclama probablemente más inteligencia que la que se denomina pensamiento entre aquellos que se jactan de ser 'intelectuales'."
Más acá de las experiencias de las obras de arte, están otras experiencias, las que nos ocurren a veces, cuando nos detenemos en el torbellino de las tareas. Reconocemos lo que mil veces hemos percibido, y un día nos paramos a mirarlo. Entonces es cuando reconstruimos, analizamos las partes, y en cada paso ponemos nuestro pensamiento, con afecto: es una experiencia. Con las marcas de lo bello y lo bueno incluidas.