La Fundación Juan March ofrece la
posibilidad de ver y escuchar conferencias y entrevistas de temas variados. El
22 de mayo de este año se celebró una conversación entre el científico español
Rafael Yuste y Antonio San José. Se trata más bien de una entrevista del
segundo al primero, y no le resta mérito a Antonio San José que acierta con las
preguntas, pues están pensadas para que conozcamos al hombre, al científico y las condiciones de diversas índole en las que desenvuelve su tarea. Rafael Yuste es profesor en la Universidad de Columbia y dirige el proyecto "BRAIN", una investigación centrada en el funcionamiento de la corteza cerebral que
adopta un nuevo medio, la luz, para descifrar el "lenguaje" de las
neuronas,
La entrevista que dura algo más
de una hora es entretenida e interesante. Entretenida porque Rafael Yuste habla con claridad y brevedad; es dinámica y no sesuda. Y es muy interesante porque se refiere a una diversidad de
cuestiones que sugieren muchas otras.
Rafael Yuste es médico y se ha
dedicado a la neurobiología. En la entrevista parece que ese cambio de
orientación se debe a dos estímulos que se refuerzan o complementan: el que
nombra en segundo lugar es el de una práctica psiquiátrica que realizó durante
la carrera. Nos cuenta que tuvo que entrevistar a un paciente que le pareció
extremadamente inteligente, pero malo, moralmente deformado. Y añade que ojalá
se conociese a fondo esa patología y se pudiese "cambiar el interruptor de
abajo arriba", pues una mente así de brillante podría ser muy útil a la
humanidad. El primer contacto con la ciencia del cerebro lo tuvo a los 14 años
cuando su padre le regaló un libro de Ramón y Cajal. Este premio Nobel español es alabado una y otra vez a lo largo de toda la entrevista. Ramón y
Cajal es el hombre que él hubiera querido conocer, es el ejemplo de
investigador honesto que publicó en su revista el articulo de uno de sus estudiantes que no
estaba de acuerdo con él, es el modelo de profesional que trabaja
por vocación.
La vocación es tratada de modo
transversal, como muchos otros asuntos, ya que el clima de la entrevista es
distendido y cálido y quizás por eso es llamada "conversación". A
ello contribuye también el murmullo de fondo del público: por ejemplo, en el
minuto 57, esas personas que nunca se ven ríen cuando por enésima vez Rafael
Yuste declara "no sé qué decirte"; y es que este director de un
proyecto puntero en Norteamérica (y del mundo entero) suele expresar no lo
mucho que sabe, sino confirmar cada poco todo lo que no sabe. Sobre la vocación
Rafael Yuste se expresa diciendo que "lo llevas dentro", "te
llena la vida", es una pasión; insiste que "se parece más al artista" que al profesor universitario o al
funcionario,
La idea inicial y recurrente del
cerebro ( o corteza cerebral) que nos transmite Rafael Yuste es la de una
maraña de neuronas en permanente actividad que origina cualquier reacción o proceso mental y que nos distingue del resto de los animales. La imagen que adopta para hacerse
entender es la de una pantalla de televisión: comprendemos lo que ocurre en la
pantalla cuando vemos la totalidad, ver un pixel o un rincón de la pantalla no
nos permite entender la película. El desafío al que se somete como investigador
es contemplar la totalidad de la red neuronal; hasta ahora se ha analizado la
singularidad de una neurona pero no se ha vista la pantalla completa. Rafael Yuste
repite que el objetivo consiste en desarrollar todas las técnicas posibles para
asistir al espectáculo de las
interconexiones de las neuronas que originan pensamientos, percepciones,
emociones o ideas. Dormidos o despiertos, nuestro cerebro (o mente) está
siempre activa; de hecho no hay diferencia en la actividad cuantitativa de las
neuronas entre la vigilia y el sueño. El cerebro, dice Rafael Yuste, es un
sistema emergente, resuelve todos los problemas que se puedan resolver; guarda
similitud con la máquina de Turing que postula la resolución de un enigma, si este tiene solución se hallará aunque tarde.
El equipo que dirige Rafael Yuste
es multidisciplinar en el marco de las ciencias experimentales y formales: trabaja con
químicos, físicos, matemáticos, biólogos, pero también con ingenieros. Las
técnicas son tan importantes como la teoría, insiste Yuste y se refiere también
a Ramón y Cajal para hablar de la importancia que éste le concedía al método, o
más bien, a la imaginación para crear nuevos métodos y adaptar aparatos de un
campo a otra función. Yuste describe su laboratorio como un taller mecánico, en él
hay piezas y herramientas para hacer y perfeccionar aparatos que permitan ver mejor, ver de otra manera y "oír" el lenguaje de las
neuronas. Comenta que los tecnólogos son personas que suelen quedar en el
anonimato y, sin embargo, su labor es tan importante como la del teórico.
Entre los minutos 41 y 43, Rafael
Yuste dice: "no sabemos como funciona el cerebro", "no sabemos
como funciona la inteligencia", "la inteligencia es como un coche que
no sabemos como funciona". No es posible todavía explicar las diferencias
de inteligencia entre dos personas; tampoco es posible determinar las razones
de que una persona sea más inteligente que otra; respecto del sueño, existen
varias hipótesis que explican su función, y hay muchas evidencias que confirman
que no podemos vivir sin dormir. Pero lo que es el sueño no se sabe.
A la luz de tanta declaración de ignorancia, las personas que sabemos todavía
menos, estamos totalmente desorientados: ¿cómo valorar todo cuanto hay escrito
sobre el pensamiento?
La entrevista toca otros temas,
tratados con humor y desenvoltura. A continuación voy a escribir algunas preguntas y opiniones sobre tres temas: la vocación, la importancia del método y la relación entre ciencia y tecnología. La razón es no alargarme demasiado, pues me parecería muy interesante discurrir sobre el episodio estudiantil en el que nos da a entender que nuestra corteza cerebral puede tener unas conexiones específicas que dan lugar al bien y al mal. Es un tema complicado, que me excede, y que continuaría con lo iniciado por Antonio Damasio en El error de Descartes.
Respecto de la vocación, éste es
un tema que se ha tratado en muchos relatos literarios. Con la lacónica
caracterización de Yuste estarían de acuerdo todos aquellos que sienten esa
pasión que les hace dedicarse a algo y encontrar tiempo y fuerza para superar
las dificultades de investigar sobre ese "algo". Claro que si no se
sabe cómo se originan los pensamientos a nivel neuronal, tampoco se puede saber
si todo el mundo tiene una vocación. A algunas personas el interés sostenido y
amoroso por alguna actividad se les aparece muy pronto en sus vidas y otros
parecen que no tienen vocación. Pero ¿qué significa no tener vocación? ¿Quizás
se trate de un encendido neuronal que no se produce en algunos cortezas
cerebrales? Si no se conoce en qué consiste la inteligencia no hay respuesta,
todavía. Me ha llamado la atención la conexión que realiza Rafael Yuste en el minuto
41 entre voluntad y vocación. Dice que la voluntad es "una cualidad que
tenemos que cultivar como si fuera una planta" y que es importante para
ese "fuego interno" que es la vocación. No menos llamativo es el
lenguaje que emplea Yuste: más lírico que científico. Ante el desconocimiento,
nos queda la metáfora.
Yuste no hace distinciones entre
emoción, ideas y pensamientos y las personas corrientes sí las hacemos. También
algunos filósofos. Un pensamiento cuaja en una idea. La idea parece gozar de
una estabilidad cognitiva mayor que un pensamiento. Y las personas
"corrientes" creemos que las emociones están adheridas a ideas o
pensamientos. Es como si las ideas o pensamientos que más nos emocionan tuvieran
un color llamativo, que atrae a otras conexiones o pensamientos. Donald Davidson
es un filósofo que no distingue entre ideas y pensamientos, él prefiere hablar
de creencias. Mientras escuchaba a Rafael Yuste me acordaba de él puesto que
defiende que todas nuestras creencias poseen la suficiente coherencia. Me
sugiere el siguiente pensamiento: cuando se produce un cortocircuito es que ha
habido una percatación de carencia de coherencia; el individuo, sin darse
cuenta del todo, origina una nueva creencia que elimina la distorsión o,
dicho de otro modo, se origina un nuevo camino de luces entre neuronas. Al principio de la charla, Rafael Yuste dice que lo que nos hace humano es la corteza cerebral y que esta es "la materia más compleja del universo". Lo más misterioso es que seamos seres que buscan sentido, que la actividad neuronal tan rica y persistente de lugar a palabras, sonidos articulados, fórmulas que persiguen traducir lo que pasa en nosotros y fuera de nosotros, Si buscamos armonía, ¿habrá armonía también en todo el encendido cerebral? Hasta
es posible que la física cuántica le sea de ayuda al grupo de investigación de
Yuste, pues de una sola creencia se disparan otras muchas en distintas
direcciones, a velocidades variadas.
Y aludo a esta parte de la
física, que desconozco, porque conecta con otra aseveración de Yuste: la fertilidad
de la interdisciplinariedad, pero sólo entre las ciencias empíricas y formales.
Yuste no se acuerda o no le interesa las sugerencias que puedan aportar otros
ámbitos del saber, tales como la filosofía. En esto se distingue de Paul
Feyerabend que sostenía que cualquier metodología es válida con tal de
conseguir que la ciencia progrese y rechazaba distinciones valorativas entre saberes. Yuste
afirma también que los métodos deben ser revisados, plurales, pero "dentro
de un orden": no pienso que Yuste esté de acuerdo con el "todo
vale" de la epistemología anarquista, creo más bien que se mantiene en los
límites de lo que es un "paradigma" en el sentido de Thomas Kuhn. Y
lo pienso así porque Yuste echa en falta una jerarquía en el ámbito de la
investigación sobre la actividad neuronal que se esta desarrollando en EEUU. En
el minuto 15, se queja de la falta de vertebración del proyecto Brain. Nos
cuenta que son muchos los laboratorios, pero no están coordinados, carecen de
un núcleo central que organice todo el material, que reparta tareas, que
estudie los avances y marque direcciones. Claro que si se supiera mejor cómo se
vertebran las partes del cerebro, quizás una investigación a la imagen de ese
modelo ofrecería unas fértiles sugerencias.
Me ha llamado la atención la
insistencia de Yuste al escaso reconocimiento social e institucional que se les da a los tecnólogos (¡a veces
dice técnica, otras tecnología!). Parece que se premia o está más valorada la
ciencia que la tecnología pero, sin embargo, los ingenieros tienen un papel
imprescindible en la investigación. Si no se está permanentemente diseñando
nuevos ingenios para "oír" las neuronas, las fórmulas y las hipótesis
se quedan en bruma, en conjeturas atractivas pero ineficientes. Y la misma técnica promueve problemas teóricos interesantes; hay una relación de circularidad entre ciencia y tecnología y ninguna de estas disciplinas tiene prioridad sobre la otra. Estas
afirmaciones recuerdan los textos de Martin Heidegger y de Ortega y
Gasset que discutieron si era posible establecer una prioridad en el tiempo para una de ellas:
¿será posible determinar quien impulsó a quien? Seguramente la
ciencia y la tecnología son inseparables como lo son la coordinación entre
ambas manos, y también es verdad que una mano bien experimentada hace las
veces de las dos. Pero esa relación ya la afirmaron los dos filósofos y este
tema ha quedado aparcado. La ciencia aboca a la tecnociencia, si esto no es así no hay progresos en la investigación, eso al menos me parece que afirma este genial neurobiólogo.
De lo poco que afirma que sabe Rafael Yuste, inferimos todo lo que sabe, que es mucho. Creo que nos queda a los oyentes las ganas de oír mucho más. Y no me extraña que el proyecto BRAIN haya entusiasmado a Barak Obama, pues el descubrimiento de cómo engendramos nuestros pensamientos es apasionante, y hasta da vértigo si fantaseamos acerca de sus ventajas y peligros.
De lo poco que afirma que sabe Rafael Yuste, inferimos todo lo que sabe, que es mucho. Creo que nos queda a los oyentes las ganas de oír mucho más. Y no me extraña que el proyecto BRAIN haya entusiasmado a Barak Obama, pues el descubrimiento de cómo engendramos nuestros pensamientos es apasionante, y hasta da vértigo si fantaseamos acerca de sus ventajas y peligros.